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jueves, 12 de marzo de 2015

La crisis en Brasil anticipa riesgos y pesadillas para sucesores de Cristina

La crisis en Brasil anticipa riesgos y pesadillas para sucesores de Cristina

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Daniel Mendoza

12:42 (hace 39 minutos)
para 
Por Guillermo Kohan


El temblor político y económico que sacude al Brasil con la devaluación y el escándalo Petrobras merece cada vez más atención en la Argentina, y figura en los primeros lugares de la agenda de debate entre empresarios y dirigentes locales. También hay luz amarilla en los equipos económicos de los principales candidatos de la oposición.
La acelerada caída del real contra el dólar que aún no parece cerca de estabilizarse pone todavía más en evidencia y profundiza la inconsistencia de la política cambiaria local, la ya célebre tablita de Axel Kiciloff y Alejandro Vanolli. Supone potenciar el atraso cambiario con los efectos recesivos en la producción y la inversión, y pagar casi 30% o más de tasa de interés en pesos para sostener una temporaria estabilidad del dólar y los precios; al menos hasta llegar a las elecciones. Aumentar con la deuda del Banco Central el volumen de la ‘bomba de tiempo’ de la que habla Carlos Reutermann y varios economistas y analistas políticos, un riesgo que la devaluación del real no hace más que potenciar.
La experiencia de Brasil interpela a la política y a la economía Argentina no solamente por los obvios impactos en la actividad, el empleo o el comercio exterior. También permite discutir sobre el futuro que nos espera en la Argentina, al observar las consecuencias económicas de un Gobierno como el que hoy encabeza Dilma Rouseff, que no logra apoyo en el Parlamento para aprobar un paquete económico de ajuste fiscal tras años de fuerte aumento en el gasto público financiado con deuda externa e interna, precios de comodities que ya no volverán y fuerte suba en la presión tributaria al sector privado. El modelo populista sin default que inauguró Lula y potenció Dilma se fue quedando sin financiamiento. Llegaron los tarifazos, la caída de subsidios y la devaluación que fue acelerando la inflación. El malhumor social. Igual que en la Argentina, buena parte de la clase media y los centros urbanos del Brasil al sur de Rio de Janeiro votaron contra Dilma como en 2013 aquí contra Cristina. Los estudiantes y la clase media marcharon antes y durante el Mundial en contra del despilfarro y las obras faraónicas. Ahora, en épocas de vacas flacas, ya no se tolera lo que se conocía de toda la vida: los casos de corrupción monumental en Brasilia y la gran caja que significa Petrobras para la política y el establishment brasileños.
Ya en el pasado reciente, en el fin de los noventa y la crisis que estalló en diciembre del 2001, Argentina y Brasil recorrieron caminos diferentes. Brasil no defolteó, mantuvo el crédito externo y pudo administrar sin sobresaltos la devaluación del real. Aún hoy en medio de la crisis política, el Banco Central de Brasil tiene casi u$s 400 mil millones de reservas. Y la devaluación del real, que alcanza casi 50% en 12 meses, mejora fuerte su competitividad porque la inflación en Brasil es, a lo sumo 8% anual.
La historia Argentina fue y es muy distinta. Jamás hubo acuerdo político para coordinar una reducción en el gasto público y los ajustes a la fuerza siempre derivaron en severas devaluaciones. El default sigue vigente en el cuerpo y alma del país.
Brasil resolverá a lo Brasil. Parece probable que una vez más salga del atolladero como siempre: con un poco de devaluación, un poco de ajuste fiscal y un poco de mayor endeudamiento. Desactivará su bomba de tiempo sin romper contratos ni retroceder en libertades económicas de la manera que se observó más en Venezuela y algo menos en Argentina.
La incógnita menos sencilla de responder es qué hará la Argentina esta vez. Qué harán los sucesores de Cristina para desactivar la bomba de tiempo que supone la herencia económica de la década ganada. Tendrán los mismos problemas que Dilma. Deberán sincerar la economía después de años de inflación reprimida, emisión sin respaldo y creciente déficit fiscal. Sin mucho margen para aumentar los impuestos, que ya ahogan sin piedad al sector privado.
Habrán prometido, como Dilma, que el futuro iba a ser sin ajuste ni baja de gastos sociales. Pero deberán proponer, tarde o temprano, esos sinsabores que no tendrán apoyo en el Congreso, más vale un coro de denuncias de la oposición y manifestaciones callejeras de repudio. Igual que el Brasil que le toca administrar a Dilma. Con 70% de la gente fastidiada, exigiendo cárcel para los corruptos.
Serían capaces Mauricio Macri, Daniel Scioli o Sergio Massa de administrar el ajuste que viene. Los economistas, en todas estas escuderías ya se dividen entre los gradualistas y los que recomiendan política de shock. Estos últimos, básicamente convencidos de las bondades de levantar el cepo cambiario en el primer minuto del nuevo gobierno. En público, los candidatos y sus equipos responden que no habrá cambios traumáticos en la economía, porque será tan grande la lluvia de dólares que querrán volver a la Argentina que esa confianza compensará el ajuste que se necesita en las cuentas públicas.
Pero recuperar la confianza de los actores económicos y el público en general no será tan automático. La fuerte recuperación en los precios de bonos y acciones no se vio reflejada en el mercado inmobiliario. Algo se reactivo el mercado de cedines, pero la actividad inmobiliaria sigue paralizada. Hay dólares para comprar bonos y acciones, menos para enterrarlos en propiedades. Y eso que hoy la Argentina ofrece un sistema de blanqueo de dólares billete a través de los cedines, que ni Uruguay ni Belice ni las Seychelles lo permiten. Algo pasa y claramente la incertidumbre económica ahora se coloca en el dilema de Reutemann. Como hará el próximo presidente para desactivar la bomba de tiempo. Macri luce hoy como el más observado, y reúne las condiciones para el blanco ideal de una desestabilización por izquierda en el futuro. Supone que podrá resistir como lo hizo en la Ciudad, al capturar parte del peronismo a la coalición con radicales e independientes, por las dudas, cuida cada vez más su relación con Hugo Moyano y sectores sindicales del PJ tradicional. Pero deberá evitar que los radicales que hoy lo apoyan, terminen restándole respaldo parlamentario cuando toque votar leyes incómodas a la identidad partidaria. Algo de eso le hicieron muchos radicales a De la Rua cuando quiso aplicar el ajuste que le recomendó Ricardo López Murphy, tratando de evitar que todo estallara de la peor manera. Sergio Massa e incluso Daniel Scioli corren allí con al guna ventaja. Como peronistas, unidos o divididos, pueden presentarse como garantes naturales de gobernabilidad. Ya Eduardo Duhalde demostró que una transición peronista puede sobrevivir a un estallido económico y social.