La pesadilla de un petróleo a 20 dólares
ENERGIA 16 del 22 de Febrero de 2016
Las voces de alarma venían sonando con fuerza desde hacía meses pero eran cosa de un puñado de analistas extremos. El 11 de enero se filtró a Bloomberg una nota de expertos del banco de inversión Morgan Stanley: confirmaban que era perfectamente posible que el barril de petróleo siguiera hundiéndose hasta los 20 dólares.
Pero los investigadores de Morgan Stanley iban más lejos. Recomendaban a sus clientes que dejaran de obsesionarse con los sospechosos habituales del desplome del crudo. Según ellos, ni el exceso de oferta ni la renovaba debilidad de la demanda habían sido los principales motores de la caída del 30 por ciento del barril desde noviembre, y tampoco lo serían en 2016. Había que fijar la atención en las oscilaciones de renminbi y la sobrevaloración del dólar, la moneda en la que se compra y se vende el oro negro, y concluir que las oscilaciones y la sobrevaloración podían llevar al barril a 20 dólares. Señores, les dijeron, átense el cinturón y saquen sus calculadoras.
Así que la pesadilla podía convertirse en realidad. Lo reconocía un banco de inversión y no podía olvidarse que los bancos de inversión, grandes financiadores de las carísimas plantas extractivas de combustibles fósiles, podrían perder miles de millones si eso ocurría. El único consuelo para los productores era que aquella cifra parecía insostenible a medio plazo. Como afirma un consultor de energía y ex directivo de una multinacional petrolera que prefiere no dar su nombre (lo llamaremos Miguel Martínez), “es una hipótesis posible pero no probable y, además, no podría extenderse en el tiempo”. Sería como un pellizco fortísimo, un pinchazo que solo duraría segundos o su equivalente en los mercados de materias primas: muy pocas semanas y meses.
Sin embargo, la recuperación del barril podría retrasarse más, porque dependería de demasiados factores casi imponderables en estos momentos. Destacan por supuesto entre ellos las decisiones de las monarquías petroleras del Golfo lideradas por Arabia Saudí y la reducción del exceso de oferta en un contexto en el que las empresas productoras necesitan seguir extrayendo crudo, porque no pueden paralizar muchas de las plantas sin asumir graves pérdidas o arriesgarse a no devolver los créditos que pidieron para construirlas. Igualmente, los grandes países productores que peor lo están pasando, como Venezuela o Rusia, no pueden cerrar el grifo a discreción, pues se verían obligados a renunciar a unos ingresos sin los que sus estados no sobrevivirían.
Más allá del sector del petrolero, existen otros factores, esta vez macroeconómicos, tan imprevisibles como la aceleración de una economía mundial que está entrando en barrena (el Fondo Monetario Internacional rebajó en enero las previsiones de crecimiento global para 2016 y 2017), las medidas que tomen los líderes chinos ante el enfriamiento de su mercado (su apuesta por continuar con la transición hacia un modelo basado en el consumo en vez de la industria no es una buena noticia para el crudo) o las políticas de la Reserva Federal sobre una posible rebaja de los tipos de interés dólar (su presidenta, Janet Yellen, los subió hace solo cuatro meses, dijo que no creía que fuera necesario bajarlos el pasado diez de febrero y existen documentos de la Fed que apuntaban en diciembre a una escalada de los tipos en cuatro tandas a lo largo de este año).
Sin bolas de cristalEn definitiva, si el petróleo se hunde hasta los 20 dólares, nadie sabe con seguridad cuánto tardará en remontar el vuelo. Esta posibilidad, que es un auténtico elefante en el despacho de muchos ejecutivos del sector, les da pánico y no solo a ellos, ¿pero por qué exactamente?
El primer motivo, como indica Basilio Gómez, socio de Oil & Gas de EY, es que “agravaría la ya de por sí difícil situación de las empresas y países productores, y significaría la reducción de aproximadamente el 50 por ciento de las inversiones teniendo en cuenta la caída del 25 por ciento experimentada el pasado año y la estimada para este ejercicio”. Gómez matiza rápidamente: “Veremos importantes ajustes en las grandes compañías pero no quiebras”.
La consultora Wood Mackenzie calcula que, entre junio de 2014 finales de 2015, se suspendieron en todo el mundo casi setenta proyectos de petróleo y gas con un valor total de 380.000 millones de dólares. Esto se ha traducido en decenas de miles de despidos y se estima que en 2021 se producirán un millón y medio de barriles menos solo por este motivo. ¿Qué podría hacerles cambiar de opinión a las empresas que han pulsado el botón de standby? Que el barril volviera al menos a los 60 dólares, apunta Wood Mackenzie.
Miguel Martínez, consultor de energía y ex directivo de una multinacional petrolera, cree que “la pérdida de inversión es salvaje” y asegura que los daños para el sector “probablemente rondarán los 800.000 millones de dólares”. La enorme diferencia con las cifras de Wood Mackenzie es fácil de explicar: “Ellos calculan solo el impacto sobre la extracción y producción pero no contabilizan todo el daño sobre la cadena de suministro –el que sufrirán, por ejemplo, los barcos tanqueros, las refinerías y las gasolineras– o los balances de las petroleras cotizadas y, sobre todo, los de las que no cotizan y son de propiedad estatal, que están endeudadísimas”. También, recuerda Martínez, “hay que tener en cuenta a los grandes bancos de inversión que han financiado las infraestructuras”.
Tyler Durden, de la Web de información financiera Zero Hedge, reveló que la Reserva Federal de Dallas pidió a principios de enero a los bancos que no provocasen la quiebra de empresas de combustibles fósiles exigiéndoles implacablemente la devolución de su dinero. Les ofreció a cambio dejar de obligarlos a poner a precios de mercado las pérdidas derivadas de los impagos de los créditos hasta que encontrasen una solución que no perforase brutalmente sus balances. Estaba ayudándoles a encubrir sus pérdidas hasta que fuesen manejables.
¿Pero qué podrían hacerlas manejables a corto plazo? Según Durden, están sobre la mesa desde refinanciaciones, con las que se extendería el período de amortización de los créditos, hasta ventas de activos. Bancos estadounidenses regionales como Regions Financial o internacionales como JPMorgan o Wells Fargo han empezado a anunciar provisiones contra los impagos de los créditos de las empresas de energía. Jamie Dimon, presidente de JP Morgan, ha dicho que los problemas de liquidez afectan no tanto a las grandes petroleras, sino a las pequeñas y medianas que nacieron al calor de la revolución del gas y el petróleo de esquisto.
Vientos y huracanesPero no todo tiene que ver con las empresas. Los expertos ven con preocupación el recrudecimiento de tres tendencias en los países productores si el barril cae hasta los 20 dólares: “Las tensiones entre la OPEP y Rusia, el enfrentamiento entre Irán y Arabia Saudí y el hecho de que los estados del Golfo, con déficit fiscales importantes, se vean obligados a tomar medidas impopulares que provoquen inestabilidad y descontento social”.
Los vientos de la inestabilidad, advierte, “también afectarán a México, Argentina, Colombia y, por encima de todos ellos, a Venezuela”. Según un estudio de la firma de inversión Alliance Bernstein, los únicos que podrían producir petróleo con beneficios con el barril a 20 dólares serían Arabia Saudí, Kuwait, Irán e Irak. Dicho de otra forma, perderían dinero, por primera vez en esta crisis, estados como Emiratos Árabes Unidos, Argelia, Libia y Brasil (el gigante carioca dejaría de cubrir costes con el barril a 25 dólares).
Publicado el Sábado, 20 de Febrero de 2016 | Por: Gonzalo Toca
La pesadilla, si se materializa, afectaría con especial dureza a los países productores, pero también a los estados emergentes en su conjunto. Según Basilio Gómez, “se encontrarían con que se reduciría aún más la demanda de los productores de crudo a los que exportan parte de sus mercancías al mismo tiempo que China, su principal cliente industrial, enfría su crecimiento”. La segunda economía mundial importaría menos materias primas industriales por ese motivo y también porque ha iniciado una transición a un modelo económico basado en el consumo, con el que ha conseguido que esta partida represente ya el 60 por ciento del PIB, según las discutidas cifras oficiales. No es algo coyuntural: Pekín no quiere que China siga siendo la fábrica del mundo durante las próximas décadas.
Miguel Martínez, consultor de energía y ex directivo de una multinacional petrolera, cree que una de las mayores víctimas de un petróleo a 20 dólares sería la investigación científica puntera en todo el mundo. “Hay que recordar la enorme financiación que desembolsan las empresas petroleras o sus contratistas en cuestiones relacionadas con la innovación entre las que destacan, por ejemplo, la nanotecnología o la sismografía”. Esas investigaciones podrían quedar paralizadas y no dar fruto hasta que las compañías se aseguren la supervivencia.
En estos momentos, cientos de los hombres y mujeres más poderosos del mundo –los masters del universo de las petroleras y los bancos de inversión– pueden estar cruzando los dedos para que algo que no pueden controlar, el precio de un barril de 160 litros de una sustancia grasienta que nunca dejarían que les manchase los zapatos, no caiga más. Por favor, parecen decir, no caigas hasta los 20 dólares. Acaba con la pesadilla.
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