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viernes, 19 de octubre de 2012

Mañana cumple 100 años el Instituto Carlos Pellegrini de Pilar. Edificio donado Por la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, en homenaje Al Dr Carlos Pellegrini



LUNES, 31 DE AGOSTO DE 2009

Breve reseña histórica del Instituto Carlos Pellegrini


Edificio emblemático de nuestra región, ubicado a mitad de camino entre Pilar y Villa Rosa, sobre la ruta 25, no tuvo hasta hoy la suerte que merece como patrimonio histórico, cultural y arquitectónico.

Orígenes

El 25 de Agosto de 1906 en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires se crea una Comisión de Homenaje al fallecido ex presidente de la República Argentina, Carlos Pellegrini. Dicha Comisión tiene como objeto recaudar fondos para erigir un Monumento a la memoria de aquél, pero al sobrepasar las expectativas, deciden fundar un colegio.
El 10 de septiembre de 1906 el presidente de la entidad, Ernesto Tornquist, firma el acta de fundación y la cesión.
El monto de lo recaudado asciende a los 394.365,71 pesos moneda nacional. El 20 de Mayo de 1907 la Comisión, que se reunía en el Banco Tornquist (calle Mitre 531, Capital Federal ), estaba compuesta por Norberto Quirno Costa, Santiago Brian, Eichet, Lidoro Avellaneda, Paul Grousac, Ernesto Tornquist y Enrique Berduc, entre otros, quienes formaron un Consejo de Administración con facultades para elaborar planes de estudio y un Reglamento para el futuro colegio, dictándose el 5 de Junio del mismo año por el Ejecutivo un decreto con el Estatuto y la personería jurídica (firmado por Figueroa Alcorta y Florentina Barros).


Donación de tierras

El 14 de Octubre de 1907, ante el Escribano Platero (folio 132, Nº 49936 1927) se firma la escritura de la primer fracción de 38 ha comprada a Alberto Del Solar, casado con Felicia Dorrego de Del Solar, lindantes con Alberto Del Solar, al Suroeste con Patiño y al Noroeste con el camino Escobar-Pilar; y de la segunda fracción, de 32 ha, donada por Alberto Del Solar, (aceptando su cónyuge Felicia Dorrego de Del Solar la donación), lindando con Ana María Henández de Morales. La donación tenía el propósito de donar el predio para crear una escuela agropecuaria en la zona, tal era su principal actividad. La donación de tierras se aceptó por la ley 7446 del 30 de Septiembre de 1910. Por esa ley el Estado Nacional acepta la donación y también: 1) Conservar siempre el nombre del Colegio y el Plan de Estudios. 2) 400.000 $ moneda nacional para terminarlo y, 3) en un plazo de 3 años para terminar de instalarlo.


Construcción del edificio

En 1907 se inicia la construcción de los edificios, comenzando por el Pabellón Gral. San Martín ( el central ), El primer Director, Cecilio E. Newton, fue quien proyectó el edificio e instalaciones, así como los planes de estudio. Dos construcciones se erigen hacia los costados, donde originariamente dormían
los alumnos ( internos ). Además se construyó un edificio para la usina eléctrica y los bombeadores para la provisión de agua.
Los muebles, materiales de construcción y demás enceres llegaron en un barco, el Highland Watch, vapor que zarpó de Liverpool, y habían sido especialmente encargados para el colegio. También se embarcaron de Hamburgo los pupitres, cubiertos, vajilla con monograma y otros elementos de laboratorio.
En 1918 se plantó la hermosa arboleda que rodea al edificio y adorna los parques, a cuyo efecto fueron traídos especialmente del Jardín Botánico de Capital Federal, destacándose eucaliptus, plátanos, cedros, araucarias.
Los muebles, vajilla, elementos didácticos y de laboratorio se trajeron de Europa. El Gabinete de Química, de Física, el Laboratorio y la Biblioteca demuestran la calidad y origen de dichos elementos.
El Reloj de la Regencia también posee su excelencia, además en 1932 lo preparó Adonis Cormery para que anunciara automáticamente las entradas y salidas a clase.
La calidad de la construcción del edificio resalta con su puerta de entrada, sus vitraux, los pisos, postigos, picaportes, las celosías de bronce, la baranda de la escalera, sus pisos de pinotea, el techo de madera.


Destinos del Colegio

Reafirmando lo antedicho, el Colegio se creó como una escuela agropecuaria, con característica de internado – pensionado, donde cada alumno pagaba su mensualidad. En 1910 funciona como Instituto privado, con muy pocos alumnos.
El 29 de Agosto de 1912 se nacionalizó, siendo su primer Director Don Cecilio Nexton, oriundo de San Luis.
El 7 de Febrero de 1916 fue intervenido porque “ carecía aún de espíritu argentino en el sentido amplio de la palabra “, no satisfacía al Ministerio de Instrucción Pública. El 10 de Julio del mismo año, siendo ministro Carlos Saavedra Lamas, encarga a Manuel de Antequeda la reorganización del Instituto.
En 1930 fue cerrado, reabriéndose en 1931 en dependencia de la Sociedad de Beneficiencia de la Capital, construyéndose la pileta de natación y orientando la enseñanza a tres especialidades: Agronomía, Comercio y Mecánica.
En 1932 fue clausurado definitivamente, entregándose en posesión al Patronato de Menores, no ya como colegio nacional sino como Internado de Enseñanza Secundaria especializada, siendo Felipe Giana su Director, bautizando así a la Biblioteca.
En Enero de 1945 la Secretaría de Trabajo lo transfiere a la órbita de la Dirección de Menores.
En 1958 se forma la Carrera de Técnicos, y a partir de entonces sufre continuas aperturas y clausuras: en 1959 se vuelve a abrir especializado en Mecánica y Construcciones; en 1969 se cierra; reabriéndose en 1974.
En 1982 se desactiva como unidad de internación, y en 1995 se cierra. En este período fueron directores Landoni, Diego Robles y Graciela Iribarren, siendo su actual Directora María Luisa Temprano de Grandi, quien desde su asunción lucha por devolverlo a su funcionamiento completo.


Hefaistos y Hermes

Hefaistos y Hermes es el nombre con que los alumnos llamaron a su revista, editada en 1962 conmemorando las bodas de oro del Instituto. Hefaistos, el dios griego herrero, símbolo del trabajo fecundo, la industria; y Hermes, el dios del comercio. Esos fueron los representantes del espíritu del Instituto, en cuyas paredes numerosas placas recuerdan a tantos egresados que se identifican con el espíritu que el colegio les forjó.
Recientemente los exalumnos se reunieron en un locro, juntos entonaron el Himno al Colegio “ Carlos Pellegrini “ y revivieron momentos inolvidables.
Una placa recuerda a los Primeros Peritos Mercantiles: Boër, Aureliano; Dato, Oscar; Godoy, Héctor; Goicoechea, Federico; Gonzalez, Asunción; Seroni, Norberto; Zuco, Carlos; Rivadeneira, Héctor.
Serían innumerables y excesivo al presente propósito, recordar a los exalumnos, los cuales están en contacto entre sí, pero para muestra de la calidad educativa del Pellegrini sólo vale observar las medallas, copas y trofeos que engalanan la vitrina de la entrada, o admirar las fotografías de los atletas y gimnastas, o contemplar las instantáneas de los talleres de carpintería, herrería y mecánica.


Por Silvia Villamagna

3 comentarios:

  1. Nací y viví hasta los 7 años en el Carlos Pellegrini, donde mi padre era profesor. Luego me llevaron a Buenos Aires y ya adolescente volví a pasar algunos veranos en la casa del Director, amigo de la familia. Muchos años mas tarde residí en un counLry lindero, y de tanto en tanto hacía visitas nostálgicas al lugar de mi infancia. Hoy, a los 69, veo con emoción que el hermoso Colegio, representativo de la fuerza del país pero víctima de sus vaivenes políticos, es descubierto y revalorizado. Por eso quiero relatar mi historia vinculada con él, para documentarla ante mis hijos y nietos y, a la vez, contribuir minimamente a construir la memoria colectiva.
    Mi viejo era profesor y como el resto de los docentes residía en el Colegio, los solos en los pabellones de alumnos y los que tenían familia en casas emplazadas en el campus. La nuestra estaba frente al campo de deportes, que según mis recuerdos constaba de: 1- una pista de atletismo donde se corrían carreras de vallas y de velocidad, se practicaban jabalina, bala y deportes olímpicos, se jugaba al futbol; 2- cancha de paleta; 3- aparatos para ejercicios; 4- pileta; 5- una tarima de mampostería sobre la que el profesor de gimnasia hacía ejercicios que los alumnos replicaban. Estos eran adolescentes o muchachos jóvenes, y mi viejo, que también era un muchacho y deportista, actuaba como profesor de gimnasia. Había entrado al Colegio como preceptor alrededor del año 36, pasando luego a profesor de historia y geografía, amén de gimnasia, presumo que apoyado en su cultura y habilidades, pues estudiaba Derecho y no tenía títulos de profesor. Desde la puerta de nuestra casa lo veia trotando al frente de los muchachos o dirigiendo los ejercicios desde la tarima, pareciéndome en esos momentos un dios, y el Colegio el Paraíso. El Colegio era por aquel entonces una escuela técnica y agraria, con talleres equipados para el aprendizaje y con una escuela agrícola con tambo, instalación avícola, floricultura, apiario, maquinarias, etc, todo desplegado sobre 70 has. Las producciones de los alumnos, tanto de talleres como agrarias, ganaban concursos y exposiciones por su calidad. Las aulas, laboratorios, dirección, oficinas y biblioteca (esta última una maravilla digna de “El nombre de la rosa”) estaban en el edificio principal, mientras en otros pabellones estaban los dormitorios de los alumnos, talleres, usina, etc. El comedor, en el edificio central, era un gran salón con un escenario que a veces se usaba para representaciones, y para las comidas los alumnos se sentaban en mesas presididas, cada una, por un profesor y su familia, lo que daba contención y un toque familiar a los muchachos internados. Estas comidas grupales integran mis primeros recuerdos. Mi vieja (Julia Sánchez) también era una muchacha por entonces, y yo una criatura pequeña, y tengo memoria del trato cariñoso que todos recibìamos de los muchachos. Cuando nos fuimos a Buenos Aires, a fines de los 40, mi viejo realizó su carrera profesional en diversos lugares , pasando por la Justicia y falleciendo en 1976 a los 63 años de edad. Pero durante todos esos años recibió visitas y llamados de ex alumnos , y después de su muerte los recibió mi vieja y aún yo hasta no hace mucho: provenían de alumnos que recordaban su paso por el Carlos Pellegrini y la dedicación de gente como mis padres ( que por cierto no eran los únicos). La memoria de mi primera infancia, así como el contacto con gente del Colegio durante mi adultez, me señalaron la mística de pertenencia y compromiso que involucraba a todos los que algún modo estaban vinculados. Tal vez viva algún miembro de aquella vieja guardia, y sin duda subsisten los de guardias posteriores, y no dudo de que todos estarán encantados de que el viejo Colegio sea tratado con respeto y recupere una función acorde con su destino.
    Martìn Soto