Viajo de una a dos veces al año a Brasil. Por un lado para reunirnos con nuestros colegas de Empiricus, la “Inversor Global” brasileña. Y por otro, para visitar a mis tios y primos que viven en San Pablo (Mi madre es brasileña…).
Recuerdo que en los viajes que hacia entre 2009 y 2012 todo era alegria.
Cuando entraba a un comercio en San Pablo notaba en los vendedores, así como también en los clientes, una sensación de bienestar especial.
¡Todo era alegría! (Alegría Não Tem Fim). Se respiraba una especie de euforia en la población. Pocas veces había notado algo así en mis viajes por el mundo.
Se hablaba del “despegue de Brasil”, como bien ilustró la revista “The Economist” en ese momento con uno de los símbolos brasileños, el Cristo Redentor, despegando como si fuera un lanzamiento de transboradador en Cabo Cañaberal.
¡No era para menos! El PBI brasileño crecía sin parar: 7,6% en 2010, 3,9% en 2011, 1,8% en 2012 y 2,7% en 2013. Y venía de crecer más de 3% cada año desde 2004, excepto en 2008.
El mundo miraba a Brasil y Brasil lo sabía. Era esa chica linda con la que todos (los inversores) quieren hablar en el boliche.
No obstante, en la segunda mitad de 2013 y pese a que se acercaba el Mundial de Fútbol 2014 (más alegría), la situación ya no era lo misma. Se acrecentaban protestas sociales por la inflación, había subsidios insostenibles, gastos desmedidos por el campeonato de fútbol global y una moneda sobrevaluada, luego de años de intensos ingresos de capitales.
La gente salía las calles a gritar una verdad que el mundo desconocía…
Otra vez “The Economist” difundía una tapa sobre Brasil, pero esta vez con un planteo muy duro: “¿Brasil lo estropeó?”
En marzo de 2014 explota el escándalo de corrupción conocido como “Lava Jato”, que aún hoy persiste.
Desde ahí nada fue igual, ni para Brasil ni para Dilma Rousseff…
¡Ni siquiera en el fútbol, con el tremendo 7 a 1 en contra de local! ¿Esa tarde negra habrá sido una premonición? Poco después la economía caía en recesión.
Brasil había tocado las estrellas para –en poco tiempo- estrellarse.
En diciembre pasado estuve una semana en San Pablo reunido con los economistas de Empiricus. Y el panorama era siniestro. No sólo se habló de una crisis económica, sino también una crisis política, moral y judicial.
Para colmo, en septiembre de 2015, la agencia calificadora Standard & Poor’s le quitó el “grado de inversión” al país. Y la revista británica lo reflejó con otra contundente primer portada del 2016: “La caída de Brasil”.
Está más que claro que Brasil no logró el augurado despegue exitoso, sino todo lo contrario. Ahora la pregunta que me hacen muchos inversores y lectores con frecuencia es: ¿ya aterrizó o puede caer más?
Y si tocó piso, o está cerca de hacerlo… ¿no será momento de empezar a ponerle fichas y aprovechar el futuro repunte?
Te lo voy a responder a continuación:
El riesgo país de Brasil ha volado. ¡Se cuadriplicó desde 2013! Era sólo de 136 puntos básicos y llegó a trepar a 569 unidades.
Si mirás el Bovespa (índice más representativo del mercado brasileño), encontrás otro resultado durísimo. Está 40% por debajo del nivel de noviembre de 2010. Y sólo desde agosto de 2014 se hundió 28%.
Mi opinión
No hay que mirar tanto el presente, sino el futuro. Como con todas esas cosas importantes de la vida… ¡Es ahí donde empiezan a divisarse señales prometedoras!
Una de ellas es que las compras de Argentina a Brasil crecieron 11% en febrero. Ojo, es el primer aumento en ocho meses. Como cayeron las trabas comerciales argentinas. Es de esperarse que las empresas brasileñas que envían productos a la Argentina tengan un mejor panorama ahora.
Tené en cuenta que la Argentina es el tercer mayor comprador de productos brasileños, y un incremento de sus compras es un dato para nada menor para el gobierno de Dilma.
En febrero, Brasil obtuvo un superávit comercial de US$ 3.043 millones. ¡El mayor saldo favorable en comercio exterior para un febrero desde 1989!
Otro dato que no pasaría por alto es el poder del agro brasileño. En 2015 exportó por US$ 88.220 millones y la balanza comercial del sector mostró superávit de US$ 75.150 millones. Fue el único sector brasileño con resultado positivo el año pasado.
Gran parte del sufrimiento de Brasil tiene que ver con el desplome de loscommodities, su principal motor. Esto no permitió suplir el desbarajuste en las cuentas fiscales, que siguen mal.
Pero ya pocos se animan a hablar de una caída mayor de los commodities. Esto le daría alivio a la economía brasileña y le devolvería los esteroides a su balanza comercial. De hecho, el Banco Mundial estima que en 2017 Brasil retomará la senda del crecimiento, con un aumento del PBI de 1,4% y de 1,5% para 2018.
Por eso veo interesante comenzar a poner fichas en Brasil, gradualmente, apostando a su potencial de crecimiento a mediano plazo.
Es un gigante dormido. Las empresas brasileñas -tras la devaluación del real- han quedado a precios en dólares muy tentadores. Incluso varias están REMATANDO ACTIVOS para recomponer sus cuentas.
Diego Martínez Burzaco, en su servicio de recomendaciones de inversión Cartera Propia inclusive seleccionó algunas empresas brasileñas muy atractivas para ganar lo más posible en esta apuesta. No te la pierdas.
¡No sea cosa que la próxima tapa de “The Economist” hable sobre “la resurrección” del Cristo Redentor y vos veas el milagro por televisión! Hasta la próxima semana.
¡Buenas inversiones!
Te deseo un excelente fin de semana.
Federico TessoreBuenos Aires, Argentina Viernes 4 de marzo de 2016
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